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He descubierto una nueva tristeza.

  • Foto del escritor: Fátima Arias
    Fátima Arias
  • 27 oct 2017
  • 2 Min. de lectura

“Tristeza” un concepto simple ante las infinitas sensaciones que pretende abarcar.



Quisiera hablar sobre las tristezas más extrañas que he conocido.


I

La tristeza donde las lagrimas son mas cercanas a un berrinche. Pero eso no lo entiendo sino hasta que ha pasado la tristeza.

Tristeza de la no aceptación a que la vida no sea como yo quiero y aferrarme a eso que el tiempo se encarga de demostrarme que era lo mejor, porque me dañaba. Qué extraño que lleguemos a sentir tristeza por dejar aquello que nos hiere. Tristeza mezclada con enojo, el enojo que se pasa con el tiempo, de repente un día aceptamos que es mejor reír que agarrarnos de aquello que nos mal trataba. Tristezas que parecen ser la cuota para la inteligencia y la fortaleza.


II

Hay otra tristeza, esa tristeza larga, larga, que se oculta entre los días y que cada vez que la quise enfrentar se escondía para seguir sobreviviendo como bicho, como bacteria. Hasta que otra tristeza sutil hizo brotar la infestación y entonces no me quedó de otra que darme tiempo para limpiar todo aquello que se derramaba y se derramaba y se derramaba… llegué a pensar que nunca terminaría. Esta es una de las tristezas mas dolorosas que he sentido. Ahí he aprendido el poder de la oración.


III

Otro tipo de tristeza, una tristeza que duele en seco.

Tristeza donde parece que las lagrimas no curan, que las lagrimas solo estorban, tristezas que no producen humedad por mas que uno grite, por mas que uno apriete los ojos, por mas que uno quiera exprimir el corazón. Son tristezas que agrietan el pecho y amargan la boca, esas que hacen piedra al cuerpo y, al final sí… ¡Sí! He descubierto que hay que llorar de nuevo porque es la única manera de que en la roca salga una flor. Es la única manera de que en el seco cuerpo vuelva a crecer vida. Al final. de nuevo hay que llorar y como por arte de magia vuelve a llover.


IV

Y he sentido una tristeza extraña en los últimos días.

Es una tristeza entendida, comprendida, aceptada, sentida, preguntada y contestada, cada pregunta tiene respuestas, aquí no hay duda.

Tristeza que se sabe que será huésped en casa quizás hasta el último día. Y un huésped bien tratado. De esas tristezas que pueden convivir con la risa, con el amor y con el coraje, con la sabiduría, de esas tristezas que parecen no estorbar. De esas tristezas que se derraman sin avisar mientras se camina por las calles o se platica con el vecino; de esas tristezas que no le teman a salir en lugares públicos y que se acepta que salgan sin previo aviso, tristezas que no se esconden. De esas que hasta se pueden volver buenas compañías aún apachurren el corazón creyendo que hacen cosquillas, que contraigan los puños para clavarlos en el acero y después atacarse de risa con las manos rotas, es una tristeza que de repente puede empujarme sobre el vacío de un acantilado y gritarme que tengo alas.


Esta tristeza... nunca la había sentido.


Es una tristeza que limpia los ojos, el corazón y los labios sin aviso... que parece, seguirá hasta encontrarse con el mayor de los entendimientos.



Fátima Arias.


 
 
 

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